2025-10-09
El poder de las rutinas: seguridad emocional desde lo cotidiano
Lo más esencial para el bienestar emocional de nuestros hijos no siempre viene de grandes gestos, sino de los pequeños hábitos que repetimos día tras día.

- Psic. Marcela Vadillo Leal
En el torbellino de la vida cotidiana, entre tareas laborales, compromisos escolares, dispositivos digitales y agendas saturadas, a veces se nos olvida que lo más esencial para el bienestar emocional de nuestros hijos no siempre viene de grandes gestos, sino de los pequeños hábitos que repetimos día tras día.
Las rutinas…esas secuencias aparentemente simples y repetitivas tienen un poder profundo. Más allá de ser una forma de organización, son una fuente de seguridad, previsibilidad y contención emocional para niñas, niños y adolescentes. En este blog exploraremos por qué las rutinas son una base silenciosa pero poderosa para el desarrollo emocional, cómo influyen en el sentido de identidad y estabilidad de los hijos, y cómo podemos fortalecerlas sin caer en la rigidez o el perfeccionismo.
Las rutinas como marco seguro
Los seres humanos, desde bebés, necesitamos estructura. Cuando el entorno es predecible, el cerebro se relaja. Esto permite que la energía emocional y cognitiva se dirija al juego, al aprendizaje y a la exploración, en lugar de mantenerse en alerta.
Para un niño pequeño, no saber qué pasará después puede sentirse tan amenazante como una tormenta. Las rutinas cotidianas levantarse, desayunar, vestirse, ir al Andes, volver a casa, cenar, dormir crean una sensación de orden en el tiempo que da tranquilidad.
Cuando el cuerpo y la mente anticipan lo que viene, el sistema nervioso se estabiliza. Esto no significa que todo tenga que estar cronometrado al segundo, sino que haya cierta constancia, cierto ritmo reconocible que dé estructura al día.
Ejemplo cotidiano: Cuando un niño sabe que después del baño viene la cena, y después un cuento, no solo se organiza mejor… también se siente más seguro, más contenido, más preparado para dormir.
Rutinas y desarrollo emocional
Desde la psicología del desarrollo, en el Andes sabemos que las rutinas están directamente relacionadas con:
a) La autorregulación:
La repetición de actos cotidianos con estructura ayuda a que los niños aprendan a manejar mejor sus impulsos. Por ejemplo, al esperar su turno para lavarse los dientes, al entender que después del juego viene el orden, o al aprender que después de un berrinche viene la calma, y no un castigo arbitrario.
b) La confianza en el mundo:
Un entorno predecible transmite la idea de que “el mundo es un lugar confiable”, algo esencial para el desarrollo de una autoestima y relaciones sanas a futuro.
c) La construcción del sentido del tiempo:
Las rutinas enseñan, incluso sin palabras, que el tiempo tiene un ritmo, que hay un antes y un después, que las cosas cambian, pero de forma organizada. Este aprendizaje es esencial para el desarrollo cognitivo.
Rutina no es rigidez: cómo encontrar un equilibrio saludable
Una preocupación común de algunos padres es: “¿Y si se obsesiona con la rutina?”, o lo contrario: “Mi hijo no tolera las rutinas, se aburre o se resiste”.
Aquí es clave hacer una distinción: las rutinas no deben vivirse como una camisa de fuerza, sino como una base flexible. Como un ritmo musical: constante, pero con espacio para improvisación.
¿Qué es una rutina saludable?
- Tiene horarios aproximados, pero no inflexibles.
- Se adapta a la edad y personalidad del niño.
- Da espacio a la espontaneidad (por ejemplo, cambiar el cuento de la noche por uno inventado juntos).
- Es cocreada cuando el niño ya tiene edad para participar (por ejemplo, elegir el orden de tareas en la tarde).
Una señal de alerta es cuando la rutina se vuelve tan rígida que cualquier cambio genera angustia extrema. En esos casos, es importante revisar si se está buscando demasiado control en la rutina, en vez de seguridad.
Las rutinas como lenguaje de cuidado y conexión
Muchos padres sienten culpa por no “hacer más” por sus hijos: más salidas, más juegos, más atención constante. Pero la verdad es que las rutinas, cuando se viven con presencia, son una de las formas más poderosas de transmitir amor.
¿Cómo puede una rutina ser un acto de amor?
- Cuando el desayuno no es solo comida, sino también una mirada, un “buenos días” amoroso.
- Cuando el baño no es una tarea, sino una oportunidad para cantar, jugar y conversar.
- Cuando la hora de dormir es también un ritual de despedida del día, un espacio de afecto.
El poder está en el cómo, no solo en el qué una misma rutina puede vivirse como algo automático o como un puente de conexión.
Rutinas en tiempos de cambio o crisis
Cuando la vida cambia por una mudanza, una separación, una pérdida, una pandemia o simplemente una etapa de transición las rutinas se vuelven aún más necesarias.
En esos momentos, el entorno emocional puede estar lleno de incertidumbre. Mantener ciertas rutinas brinda un ancla, una sensación de “aquí hay algo que no cambia”.
Ejemplo: Ante cambios en la dinámica familiar o procesos de duelo y separación, se recomienda, conservar rutinas como el baño con mamá los lunes y la cena con papá los jueves, esto puede dar un sentido de continuidad y pertenencia.
Rutinas invisibles que también cuentan
No todas las rutinas son visibles o físicas. También existen rutinas emocionales:
- Preguntar todos los días cómo estuvo la escuela.
- Decir “te quiero” antes de dormir.
- Nombrar emociones (“veo que estás frustrado”) y acompañarlas.
Estas rutinas emocionales crean un clima afectivo que sostiene. Son como un lenguaje silencioso que dice: “Estoy aquí, pase lo que pase.”
Conclusión
Las rutinas no son tareas más en la lista. Son hilos que, con el tiempo, tejen la infancia de nuestros hijos. En lo cotidiano, en lo simple, en lo repetido, ellos construyen un hogar interno.
Un hogar interno que les dice:
- “Hay orden en el mundo.”
- “Soy importante.”
- “Puedo anticipar lo que viene.”
- “No estoy solo.”
- “Soy amado.”
Si algo podemos regalarles, más allá de cosas materiales o planes extraordinarios, es esta sensación de continuidad emocional.
Y tú, ¿qué rutina cotidiana quisieras fortalecer esta semana?
Recursos adicionales:
Libros:
- El cerebro del niño – Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson
- Simplicidad en la crianza – Kim John Payne